Pertrechada con alas de hojalata y acorazada con escudo de papel, emprendió su vuelo a trompicones. Torpemente levantó sus pies del asfalto oscuro que la quemaba y huyó de la vorágine que había estado destruyéndola paulatinamente.
Se mantuvo al acecho de su futuro incierto, luchando con su espada de cartón carcomida por el uso y deformada por la lluvia caída durante casi dos décadas, contra todo elemento adverso que aparecía en su camino y perdiendo batalla tras batalla, una y otra vez.
Pero se mantuvo firme, levantándose después de cada caída, creciendo, tropiezo tras tropiezo, en su desesperación por alzar el vuelo y alcanzar el lugar...ese lugar...
El cansancio mermaba sus fuerzas y aumentaba sus desvelos, y la autoestima disminuía por momentos a pesar de los arengos que ella misma se practicaba cada día.
Tenía que llegar, se lo había prometido a sí misma millones de veces y era una mujer de palabra, así que intentó reparar sus deformadas alas reforzándolas con parches de metal, cambió su escudo de papel por otro de hierro robusto y frío y su espada de cartón la talló en piedra.
Ahora pesaba demasiado. Sus pasos eran cada vez más cortos y su cuerpo no podía soportar tan pesada carga, apenas se podía elevar del suelo.
Desarmada, decidió descansar. El cansancio la sumió en un profundo sueño. Durmió, y durmió, sumergiéndose en un sueño que duró muchos años y cuando despertó vió que había envejecido. Su cuerpo no le respondía como antaño y su alma estaba vieja y cansada. Ya no recordaba quién era y tampoco quién quería ser, había olvidado su promesa y también el lugar...ese lugar.
DamasArt
JULIO 2009
Pero se mantuvo firme, levantándose después de cada caída, creciendo, tropiezo tras tropiezo, en su desesperación por alzar el vuelo y alcanzar el lugar...ese lugar...
El cansancio mermaba sus fuerzas y aumentaba sus desvelos, y la autoestima disminuía por momentos a pesar de los arengos que ella misma se practicaba cada día.
Tenía que llegar, se lo había prometido a sí misma millones de veces y era una mujer de palabra, así que intentó reparar sus deformadas alas reforzándolas con parches de metal, cambió su escudo de papel por otro de hierro robusto y frío y su espada de cartón la talló en piedra.
Ahora pesaba demasiado. Sus pasos eran cada vez más cortos y su cuerpo no podía soportar tan pesada carga, apenas se podía elevar del suelo.
Desarmada, decidió descansar. El cansancio la sumió en un profundo sueño. Durmió, y durmió, sumergiéndose en un sueño que duró muchos años y cuando despertó vió que había envejecido. Su cuerpo no le respondía como antaño y su alma estaba vieja y cansada. Ya no recordaba quién era y tampoco quién quería ser, había olvidado su promesa y también el lugar...ese lugar.
DamasArt
JULIO 2009

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